CUANDO LA REALIDAD DUELE

El caso Lucio Dupuy y el estremecimiento neuquino

El rol del Estado, los prejuicios de género, la aplicación de un manual de procedimientos distorsionado por la política y la "moda" ideológica.
sábado, 4 de diciembre de 2021 · 20:02

Pocos casos del rubro "policial" han impactado en Neuquén de la manera que lo hizo la tremenda historia de Lucio Dupuy, el niño de 5 años que murió al cabo de padecimientos infligidos por su propia madre y su pareja. Esos padecimientos se revelaron al público después de la muerte de la víctima, e instalaron un debate profundo, que no es nuevo pero sí se ha actualizado en función de la influencia de las "políticas de género" en la Justicia. En Neuquén, y también en Río Negro, ese debate lo asumió como propio la Asociación de Padres, una organización que representa a padres y madres reunidos fundamentalmente a partir de las deficiencias judiciales aplicadas a situaciones concretas donde hay hijos en disputa. "Hay muchos Lucios en la región", advirtieron, enarbolando una montaña de documentos, expedientes, historias en las que hay niños que corren un potencial peligro mientras la Justicia pone sellos, archiva papelerío y sus funcionarios siguen protocolos automáticos que parecen sacados de un manual de la corrección política.

Hay un estremecimiento que recorre Neuquén con este tema. Que ha llegado ya a las autoridades políticas, porque algunos casos -uno de los cuales ha ventilado este medio- atraviesan directamente la responsabilidad de funcionarios. Ese estremecimiento se basa en la sideral distancia que hay entre los discursos de igualdad y una realidad injusta que los contradice permanentemente, alimentada por prejuicios de género que las leyes parecen haber acentuado en lugar de reducir.

El debate no es solo neuquino, obviamente. Es nacional. El caso Lucio Dupuy puso en la primera plana la foto policial de esas dos mujeres, la madre y su pareja. Miran, desde la foto, estas mujeres, a una sociedad que parece haber encontrado en el odio una respuesta distorsionada a reivindicaciones del feminismo contra el machismo; y que, ha ubicado, a ese odio, como un emergente que se pretende justificar históricamente, como si la historia (cualquier historia) fuera argumento probatorio y la vez justificante de una conducta que destaca por la aberración.

Otras voces comienzan a levantarse a partir del caso Lucio Dupuy. Por ejemplo, la de Roxana Kreimer, una mujer que se ubica en el denominado "feminismo científico", una versión que procura el equilibrio sin perder de vista la legitimidad del movimiento. Ha dicho, esta mujer, que "en base a dogmas del feminismo hegemónico, se está formando a toda una generación de abogados en el quebrantamiento de garantías constitucionales, como la igualdad ante la ley o el derecho a una legítima defensa”. Y, con esa frase, ha puesto el dedo en una llaga abierta, una llaga que muestran o procuran mostrar quienes ahora levantan la pancarta con la foto de Lucio para advertir sobre situaciones que permanecen en un inquietante y peligroso silencio.

Según dice Kreimer, "perspectiva de género no debería haber solo una, por la sencilla razón de que géneros hay dos, cada uno de los cuales suele tener sus problemáticas particulares. En este caso existe una justicia sesgada, que adopta un prejuicio sexista a favor de las madres, en lugar de evaluar las necesidades de cada niño y las características de cada progenitor. Acá se perjudicó y discriminó a los varones: al padre y al tío del niño asesinado por su madre, que pidieron la tenencia y no les fue otorgada, ni siquiera cuando la vecina llamó a la policía para decir que al niño lo estaban golpeando. No hubo investigación de oficio y el tío sostuvo que la madre amenazó con hacerle una falsa denuncia si no le devolvía al niño".

Otro hombre, dedicado al periodismo, en este caso, como es Miguel Wiñazki, ha escrito que "Lucio Dupuy no fue salvado por la irresponsabilidad mortal del Estado que no estuvo donde debía estar. Y que tantas veces está donde no debería estar". Esta perspectiva política, que puede enfocarse de esta u otra manera, es que la que produce el estremecimiento, esa revulsión que atraviesa a la sociedad y le pone los pelos de punta a izquierda y derecha. Una vez más, la sociedad identifica al Estado como culpable de lo que está mal antes que como responsable de lo que está bien. Ese estremecimiento está en Neuquén, y en Río Negro, y toda la Argentina, y estará hasta que se encuentre el equilibrio que se ha perdido.

 

 

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