HISOPADO AL IDIOMA

2020: el virus que se mezcló entre las palabras

La pandemia nos trajo términos nuevos y con la rapidez de un rayo, los incorporamos y argentinizamos al toque.
sábado, 19 de diciembre de 2020 · 01:30

Con la misma aceleración de los contagios en el mundo, mutó la palabra estrella del año: primero separada (corona virus), luego ninguneada (virus con corona), hasta que finalmente se asentó como coronavirus y fue no sólo el término de todos los días sino también el enemigo invisible y mortal que aún tenemos por aquí. Montado en pelo sobre  ese filo viral, llegó el DNI Covid-19 –a veces confundida con SARS-CoV-2, cuando la primera es la enfermedad y la otra es la denominación científica del virus-, que pobló los títulos, las conversaciones, los rumores y nos asustó. Tuvo que salir hasta la mitad de la cancha toda la defensa de la RAE para calmar el partido y aprobar que se puede decir el o la Covid como si perdiera su talle binario y se transformara en un código bipolar.

La pandemia de las nuevas palabras incorporadas a la lengua cotidiana contagió normalmente con cuarentena, aislamiento preventivo, contacto estrecho, nexo epidemiológico, testeos, hisopados (salvajemente despojado de la h en muchos casos) y los enigmáticos ASPO y DISPO para abrir o cerrar los vínculos sociales. Las poblaciones –segmentadas entre esenciales, no esenciales, de riesgo y/o vulnerables- pasaron de Fase en forma ascendente y descendente, provocando espirales optimistas cuando se llegaba a la 4 y depresiones con cruces de culpas cuando se bajaba a la 1.

La concentración de ciudades pegadas geográficamente con familiaridad en la vida cotidiana, pasó a ser aglomerados urbanos adonde se estableció la temible circulación comunitaria. Tuvimos en la Argentina varias ASPO y DISPO, aunque a veces también surtió efecto la actuación de la UESPOPor suerte a nadie se le ocurrió sincerar la cuarentena como catorcena, que es lo que dura el ataque del virus en nuestros cuerpos.

Nos especializamos en respiradores, cobertores faciales, barbijos, cubrebocas y tuvimos –paralelamente a la cotización del dólar- la cantidad de camas de terapia intensiva disponibles día por día. Mientras la ciencia del mundo agilizó los estudios y ensayos de paliativos y vacunas contra el enemigo invisible, se multiplicaron en nuestros barrios las recomendaciones caseras y aun hoy sigue vigente un mercado paralelo para la utilización del ibuprofeno inhalado y la ivermectina, entre otros. Sanitización va lentamente ganando terreno para denominar la higiene total de cuerpos o elementos, pero su sexualidad difusa con satanización la hace esquiva al habla cotidiana. 

El primer encontronazo con el comercio y la industria paralizadas fue la falta de algunos elementos esenciales como la lavandina, el alcohol en gel, medicamentos y atenciones a otras patologías y la escases de drogas permitidas como el tabaco, cuando desapareció de las estanterías y un atado de cigarrillos llegó a costar un fruto de la gallina y la mitad de otro.

La lengua y el habla van mutando históricamente, aunque en este año intenso se le imprimió mayor velocidad para su utilización masiva. Así fue el caso de quienes salen a correr que se transformaron en runners y escandalizaron a las ciudades cuando emergieron en masa luego de varios meses de encierro; las reuniones pasaron a ser juntadas; los contagios pasaron a ser positivos; la palabra protocolo dejó de ser una pauta de conductas para transformarse en un oasis a cumplir en la red caminera de la burocracia; la diferenciación por terminación de DNI llevó a poner carteles de “hoy sólo impares”; y el “yo me cuido” sólo se centró en el ataque del virus, mientras le dimos rienda suelta a la comida, la bebida, el sedentarismo y la virtualidad.

Precisamente la virtualidad fue una geografía inhóspita, desconocida y atrapante a la que nos empujó violentamente la pandemia. A partir de allí, tener un zoom fue tan usual como el antiguo encuentro, charla, reunión y …¡clases!Todo pasó por una pantalla, desde los juicios más estremecedores hasta las decisiones de gobierno, desde los cumpleaños hasta los partidos de fútbol, de la NBA o del automovilismo, desde las series hasta las compras en el supermercado. Y también se masificó el restringido uso de sexo virtual, casinos online, aplicaciones para celulares y pagos sin uso del vil billete.

Tuvieron su apogeo este año los delivery –explotó ese mercado laboral-, el popular home office (pituca designación al trabajo desde casa), los takeaway (fineza para retirar en puerta), las sogas que tiró el gobierno para quienes no tenían ingreso (resumido en IFE) y las teorías supranaturales, sanadoras, celestiales y/o religiosas que incluyó una vuelta al sol (para cumplir años), irse de gira (para artistas muertos), abrazo de luz (similar al abrazo de gol que acuñó Roberto Perfumo pero con perfume de irradiación positiva), entre muchas otras expresiones QEPD.

El desmadre de las reglas ortográficas visto en mensajes, redes sociales y hasta en los medios de comunicación fue similar al avance de animales silvestres en los lugares de los que fueron expulsados por los seres humanos. De pronto llegaron imágenes de patos y cisnes tranquilos por Venecia, osos en las ciudades de Canadá, renos en el norte de Europa, jabalíes en el oeste norteamericano y hasta guanacos en las playas patagónicas.

Palabras más, palabras menos, seguimos comunicándonos. Ese vicio natural e imprescindible de los seres humanos sigue en pie tras el tsunami del coronavirus. Quizá con el paso de los años, algunos de los términos tan naturales hoy pasen a ser una reliquia, como una radio a válvulas, una gomina o spray para salir o un simple chamuyo en los lentos del boliche.

La lleca está dura como antes, está muteada la taba y andamos con poca señal.

Garúa finita la de este 2020 que ya palma.

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