TERCERA NOTA

Infierno del padre en Neuquén: una hora y media con su hijo

Las penurias impuestas por una tobillera que funciona mal, mientras el Estado lo vigila como si fuera un criminal peligroso.
sábado, 27 de noviembre de 2021 · 11:25

El hombre que llamamos L, en esta historia amarga de la que hoy entregamos la tercera nota, pudo a ver su hijo menor, después de casi dos meses, una tobillera electrónica impiadosa, visitas a comisarías y amenazas de prisión y muerte. No fue mucho tiempo: apenas una hora y media, el domingo pasado. La historia de L y su pelea por recuperar al hijo, matizada con evidentes presiones desde el Estado -la otra parte en la pelea, es una familia de funcionarios- ha provocado muestras de solidaridad, pero también ataques furibundos. Calificativos como "sicópata asesino". Amenazas de que tuviera cuidado con algún "accidente". En el contexto de una Neuquén en la que sobran ejemplos de injusticias cometidas en nombre de la justicia.

"Tratamos de disfrutarnos al máximo, jugamos, nos reímos. Hubo muchos abrazos y también lágrimas", le cuenta L a este periodista. La escena narrada, corta pero intensa, ocurrió el domingo pasado, con L presente, su hija, y una prima. Después de que su hermano se plantara frente al domicilio de G, la madre del niño, exigiendo que cumpliera con el dictamen judicial que estipuló un proceso de "re vinculación" con visitas de tres horas, sábado y domingo, durante un mes. El dictamen de la jueza no fue acatado por G, quien es funcionaria del Estado neuquino. Aduce que el niño no quiere ver al padre, y ella no puede obligarlo. El padre, L, no puede ir a buscar al niño porque tiene una tobillera que se lo impide: si se acerca a menos de 200 metros, suena la alarma y puede ser detenido por la policía.

La tobillera funciona mal. De hecho, se la cambiaron hace un par de semanas. La actual, dice L, tampoco funciona bien. Suena la alarma sin necesidad de que se rompa el perímetro fijado. Hay calles de Neuquén por las que ya no puede transitar, por la bendita tobillera. Esta semana, quedó sin batería porque dejó de funcionar el cargador. L avisó a la comisaría, para que se supiera que había un desperfecto, no un incumplimiento. Desde la comisaría comenzaron a monitorearlo por teléfono. Una llamada por hora. Incluso durante la madrugada. Si L no contestaba, entraba en infracción y sería detenido. Esta parte de la historia terminó con L desarmando el cargador y reparándolo él mismo. Se dio cuenta de que, probablemente, terminaría en un calabozo por ese aparato.

"Muchísimos papás y mamás se han solidarizado, se han acercado a mi casa a darnos apoyo , gente que ni conocíamos pero que agradecen esta lucha porque muchos pasan por lo mismo,  y que si tienen que salir a las calles a pedir respuestas, lo van a hacer. Por otro lado, me amenazaron desde el entorno de ellos por teléfono,  y por mensajes, me dicen que la corte, porque no voy a ver nunca más a mi hijo, o, peor, voy a terminar teniendo un accidente", dice L, mientras afronta otro fin de semana con altas probabilidades de no ver a su hijo.

 

 

 

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