HISTORIA DE VIDA

Las diminutas creaciones del maestro Perfumo

Este maestro y carpintero patagónico, todos los fines de semana adorna la feria de artesanos de Puerto Deseado con sus pequeños y maravillosos juguetes hechos a mano.
sábado, 24 de septiembre de 2022 · 14:55

Cuenta la historia que Norberto Perfumo no siempre vivió en Patagonia… pero casi. Es maestro de grado y profesor, y allá por los 80, apenas casados con su esposa (también maestra), comenzaron a buscar nuevos horizontes donde poder vivir, trabajar y formar una familia. Con las alianzas recién puestas en el anular, emigraron hacia el sur.

Primero desembarcaron en la ciudad de Plottier (cuando Plottier era más rural que urbana). Allí, ambos tenían la posibilidad de trabajar en una escuela semi rural pero, en ese entonces, el alojamiento para los maestros estaba separado por género. Es decir, ella debía vivir en un albergue de mujeres y él, en uno de hombres. “No me cerraba nada esa situación de estar separados”, recuerda Norberto anticipando que la cosa no iba a durar por mucho en esas condiciones. 

Los jóvenes recientemente casados querían ser uno, ser familia. Pues bien... recalculando un nuevo destino. 

Con el tiempo, y luego de una ardua búsqueda, Norberto consiguió un trabajo temporal en una pesquera de Puerto Deseado (Santa Cruz) a través de un amigo. Sí, más al sur del sur. Lejos de Buenos Aires, juntos y unidos, los Perfumo llegaron con un niño de 8 años (que hoy es escritor de novelas de suspenso en Patagonia) y una bebé de 9 meses, a uno de los puntos más remotos de la Patagonia, al lugar que les permitió consolidar una familia y ejercer su profesión de docentes durante más de 30 años.

Hoy Norberto es  jubilado. Hace 5 años retomó el oficio de su juventud como una forma ocupar su tiempo, pero también de estar cerca de sus nietas. “Un poco lo hacía para entretenerlas y compartir tiempo con ellas, porque el tiempo compartido es lo mejor de todo. Tengo 3 nietas, Mía, Martina y Emma, y son las que testean el trabajo que hago (risas)”, bromea.

Así es la historia de cómo nace el mundo de las miniaturas de Norberto Perfumo, que todos los fines de semana adornan la feria de artesanos de Puerto Deseado.

 

¿Cómo llegaste al mundo de la madera?

De joven, a los 18 años. Ahí empecé de ayudante en una carpintería de la provincia de Buenos Aires de donde soy nativo y mi señora también. Hacía muebles de cocina. Luego me dediqué más a los muebles de baño, con un poco más de detalle, pero siempre trabajando para una fábrica. También fui techista. Y las vueltas de la vida me dieron la oportunidad de estudiar el Profesorado de Matemática y Física, soy maestro de grado y profesor. 

¿Por qué Puerto Deseado?

Cuando estábamos en Plottier y después de mucho buscar, un amigo que trabajaba en una pesquera en la provincia de Santa Cruz, me ofreció trabajo ahí. Así que nos vinimos y comencé a trabajar en una planta de proceso de pescado, fileteado y envasado de merluza, calamares, langostinos, etc. Recién después de 3 años, era el año 90, nos pudimos asentar un poco y empezar a ejercer lo que realmente habíamos estudiado. Ahí empezamos a trabajar con mi señora acá en la localidad de Puerto Deseado como maestros de escuela.  

Y este regreso al oficio de tu juventud, ¿cómo fue?

Cuando me jubilé pasé de trabajar 10 horas por día a tener mucho tiempo libre entonces fue ´Uy, qué pasó´. Un día viene una de mis nietas y me pide que le haga una cuchita para el perro de peluche. Y bueno, a partir de ahí empieza toda esta historia. Empecé a construir cositas en cartón o madera prensada y retomé el contacto con la madera. Hacía 30 años que no trabajaba en eso, entonces no tenía nada. Primero compré un serruchito y un cepillo, después una pequeña lijadora y una sierra caladora. Me fabriqué un pequeño torno casero con un motor de una bomba vieja que tenía y con todo eso fui experimentando. Empecé haciendo artículos de cocina como platos, bandejas para desayunos, mates, yerberas, etc y antes de la pandemia los vendíamos en la feria.

 

Pequeñas cocinitas con utensilios milímetros, escritorios con cajones que se abren, roperos, cucharas, perchas, todo de madera y a mano. ¿Cómo nacen tus miniaturas?

Empecé haciendo miniaturas de cinco por cinco (centímetros), una mesita con cuatro sillas, un avioncito, un patito que vuela. Un día, una de mis nietas me dijo que necesitaba un escritorio con una computadora para su Barbie. Y ahí me animé y me puse a diseñar el cajoncito, la puertita que se abre, el teclado, un monitor, todo de madera y que se pueda abrir y tocar. Son detallitos que suman. El otro día hice una camionetita de siete por doce de alto, con una caja atrás para poner cositas.

¿Qué materiales usás para trabajar y cuánto tiempo te lleva?

Hacer un mueble de esos me lleva un día completo, entre que mido la madera, la cepillo y la corto; luego veo cuáles son las partes que hay que ensamblar, y tomo la forma de hacerlo de los muebles grandes que había hecho en mi juventud. Y la madera que uso es la que realmente puedo conseguir acá en la Patagonia, porque en la cordillera si hay mucho pero acá del lado de la meseta no hay mucha variedad. Puede ser pino, eucalipto o algún pedazo de roble.  

 

¿Y qué sucede en las ferias donde ofreces tus artesanías? ¿Cómo reacciona la gente al verlas?

A la gente mayor le llama la atención el detalle de los muebles. Y los niños lo ven como un juguete y no como una artesanía. Es una sensación muy interesante para mí ver los dos puntos de vista pero, en general, las miniaturas le gustan más a los chicos porque es un trabajo que está al alcance de sus manos, que lo pueden tocar, que pueden abrir un cajoncito o hacer cosas que el plástico no te deja hacer. El plástico es muy lindo, muy colorido pero no es lo mismo que tocar un objeto de madera, la sensación es muy distinta.

 

Los juguetes son muy significativos para los niños. ¿Qué te genera pensar que en una casa puede haber un juguete creado y hecho por vos con el que un niño o niña jugará e imaginará mundos fantásticos que quizá marcarán su vida para siempre?

Sí. Más allá de la venta, es muy emocionante ver cómo se entusiasman con mi trabajo. Es muy bonito y me da una gran satisfacción pensar que capaz hice feliz a alguien. 

 

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