Neuquén

Pinta las flores más bellas que un juego de té podría tener

Para ella la pintura es mucho más que decorar piezas de cerámica y, en sus talleres, enseña a mujeres de todas las edades a dar verdaderas pincelada de vida.
lunes, 13 de julio de 2020 · 04:47

“Llegué a Neuquén por amor”, cuenta Frida para explicar su lugar de residencia actual. Esta mujer de 46 años viene de Buenos Aires donde se dedicaba a la venta de calzado a un ritmo tan alocado que no le dejaba margen para hacer lo que más ama: pintar.

Hoy, hace 3 años que reside en Neuquén junto a su marido, a quien llama “su mano derecha en todo”, y sus 4 perritos y desde que llegó todos los días “agarra” los pinceles. Hace un año y medio que dicta talleres de pintura sobre cubierta en porcelana o cerámica y recuerda que cuando comenzó sólo tenía 2 alumnas, y a los a pocos meses ya eran 40 mujeres pintando sin parar. “Ahora tengo desde niñas, hasta alumnas de 83 años”, explica.

A la hora de pintar, prefiere los motivos románticos: “todo rosita, flores, muy chick”, tal como pintaba cuando era niña mientras se recuperaba de penosos problemas de salud. Y, cuando enseña, tiene una premisa más amorosa que sus diseños: que sus alumnas sean, ante todo, libres.

Frida Vs Frida

Frida aprendió a pintar hace 18 años. Cuenta que su encuentro con la pintura “fue un amor a primera vista” y una vez que comenzó jamás dejó de pintar. “Podría haber hecho cuadros y otras cosas pero no, me gusta esto y aún hoy lo sigo estudiando.”

“A veces me veo un poco reflejada en Frida (Kahlo) porque mi vida es medio parecida a la suya en algunas cosas: soy pintora, no puedo ser mamá y también sufrí mucho de salud. Creo que en la pintura encuentro la forma de sentirme vivía”, relata sin perder un segundo el brillo en la voz.

A los 9 años tuvo su primera cirugía de cadera que la llevó a estar casi un año y medio en cama. Recuerda que durante ese tiempo, pintaba con témperas todo tipo de flores y animales. Luego, a los 15 también se pasó otros tantos meses recuperándose de otra intervención, siempre pintando.

De su última operación, dice: “Fue reemplazo total de cadera y como yo hacía muchos souvenirs para solventar mis gastos, yo pintaba en la cama y mi sobrina envolvía las cosas y hacía las entregas. Estar en la cama no me impidió seguir haciendo”.

La salud, no es su más fiel compañera, pero aun así no es un impedimento para transmitir a otras mujeres el arte de sanar a pinceladas. “A mis talleres vienen muchas chicas con trastornos de ansiedad, depresión o cáncer. Los médicos les sugieren hacer algo tranquilo y que puedan usar sus manos. Para las que tienen trastornos de ansiedad, esto es ideal porque te baja 10 niveles. Porque el trabajo no te lo llevas en el momento, para que esté listo lleva como mínimo dos horneadas entonces tienen que hacerse amigas de la paciencia”.

El taller de la libertad

Frida siempre quiso enseñar pero no fue hasta que llegó a Neuquén que encontró la forma de hacerlo y hace un año y medio que dicta clases en su taller ubicado en el centro de la ciudad.

La técnica que enseña se llama pintura en porcelana sobre cubierta y “no es nada barato”, aclara, más hoy en día en que no se trata de una prioridad. Los materiales son costosos, el horno no lo tiene cualquiera, y depende de la cantidad de colores del trabajo, puede necesitar más o menos pigmentos. Pero, aun así, es una actividad que resulta una salida laboral para algunas y espiritual para otras.

“Yo quiero que vengan y que la pasen bien, que sean felices. Como digo siempre: vienen a sentirse vivas y olvidarse de los problemas. Siento que mi taller es una gran familia de mujeres”.

¿Cómo es un día de taller con Frida?

Siempre ofrezco la primera clase sin cargo. Cuando vienen les doy una taza o un mate para pintar y les explico cómo se arma un pigmento, cómo se cocina, como se stipplea o como se da la pincelada. Después ellas deciden qué hacer. Hasta ahora ninguna se bajó (risas). Y en las 3 horas de clase cada una tiene su trabajo y las que van a empezar un proyecto nuevo, me muestran y yo las oriento. Mientras tomamos mate o té, yo les comparto siempre algo dulce. Tengo grupos muy lindos. Más que clases, son encuentros. Siempre se presta para charlar. A veces lloramos, otras veces nos reímos hasta que nos duele la panza. Compartimos alegrías y tristezas. Hasta recetas de cocina se pasan. Es así, es la vida misma.

 ¿En qué consiste lo que haces, la técnica? 

Técnicas hay muchísimas: a mano alzada, delineado con plumín o stippleado. Los diseños, que hoy en día las chicas buscan mucho de Pinterest, los transferimos a las piezas con un lápiz de grafito y luego podes pintar el delineando con plumín y a hornear. Después podes pintar. Para las que recién empieza es más fácil pintar cuando hay un dibujo contorneado pero, pintar a mano alzada, significa dibujar, transferir y pintar sobre lo que te marca el lápiz, no tenés un contorno. Si das una pincelada y te pasas tenés que ir corrigiendo con un gomín. Pero como siempre le dijo a las chicas, todo tiene solución hasta que vaya a hornearse”.

¿Cuáles son tus principales herramientas de trabajo para hacerlo?

Se deben reparar los pigmentos a punto tinta que se diluyen con aceites, que uno es clavo de olor y el otro es de vehículo 220. Se usan pinceles chatos, redondos y cuando se pinta el diseño, después se “stipplea” con un pincel especial para porcelana que se llama Stippler.   

¿Y qué tipo de objetos se pueden decorar con esta pintura?

Tazas, mates, teteras, platos. Acá las chicas han pintado bandejas, azulejos para armar una mesa, platos de torta. Cuando empiezan, lo fundamental es que suelten la mano (para dar la pincelada) y que se sientan libres, que se expresen y saquen lo mejor de cada una. Todas vienen con miedo a equivocarse y después, ellas mismas se asombran de lo que pueden hacer.

¿Qué te gusta de enseñar?

Saber que puedo dejar una huella en alguien, me llena el alma, y me siento viva al ver que puedo transmitir lo que tanto amo hacer, y que otra persona se puede expresar a través de la pintura. Jamás pensé que podía llegar a transmitir tanto a las personas o sentirme tan querida.

Antes de la cuarentena, Frida dictaba talleres de 3 horas, una vez por semana, para no más de 8 mujeres por clase. Ahora, intercambia videos y fotos de los trabajos con sus alumnas y de vez en cuando recibe a algún que otro marido, con las cosas para hornear, cuenta entre risas. Pronto, cuando la pandemia lo permita, volverá a abrir sus puertas. Están todas invitadas.

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