Los juegos del hambre

“Los Juegos del Hambre” tal vez no es un libro sobre violencia

Una obra que fue prohibida, que incomoda, que sacude y nos invita a preguntarnos por qué ha sido tan importante para la sociedad.
miércoles, 2 de septiembre de 2020 · 14:50

La distopía es un género literario con mucho poder sobre nuestra sociedad. Ese conjunto de libros futuristas en los que “todo ha salido mal”, esos “peores escenarios” de nuestra sociedad, son más de lo que parecen a simple vista. La distopía critica nuestro mundo, nos advierte sobre el futuro, manifiesta preocupaciones diversas y nos educa sobre errores propios. Podemos nombrar numerosos clásicos que han sido una parte crucial de nuestra historia “distópica” a lo largo de los tiempos, como Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o 1984 de George Orwell. La distopía más conocida del día de hoy, sin embargo, es contemporánea, y se llama Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins. Seguro han oído hablar de ella.

 

Los Juegos del Hambre habla sobre la violencia porque nosotros queremos que hable de ello.

 

 

¿Por qué conocemos Los Juegos del Hambre? ¿Por qué ha significado tanto para nuestra sociedad? La gente cree que esta historia se trata de lo siguiente: por un lado, sobre la violencia inherente en nuestra sociedad y, por el otro, sobre cómo nuestra cultura se ha vuelto insensible respecto a la misma. Incluso la autora ha confesado que la idea del libro se le ocurrió al mirar la televisión: “Habían jóvenes compitiendo por millones de dólares… Y luego cambié de canal y estaba… mirando reportajes de la guerra en Iraq. Y esas dos cosas se conectaron en mi cerebro con sentido.” Solemos pensar en esta novela como en una reflexión de la violencia de nuestro mundo, lo cual es cierto. Al fin y al cabo, Los Juegos del Hambre ha sido prohibido en numerosos países por su contenido fuerte, e incluso a veces debido al “mensaje revolucionario” que envía que bien podría poner en peligro regímenes actuales de gobierno. Sí, esta es una historia violenta y, sí, pretende que la audiencia se sienta incómoda porque la ficción indudablemente tiene mucho que decirnos sobre nuestro mundo.

 

 

Pero tal vez eso no es lo que más debería asustarnos de Los Juegos del Hambre. No estoy diciendo que esta no sea una historia violenta; ¡por supuesto que lo es! Podemos considerarlo “contenido delicado” porque de seguro no es un relato que tomarse a la ligera. ¿Pero es acaso esa violencia la que tanto asusta? ¿Por eso se han censurado sus películas en numerosos países? ¿Por sangre y armas? A simple vista, no resulta incoherente, pero si lo pensamos con detenimiento caeríamos en un enjambre de excepciones. El siglo XXI contiene violencia en todas sus formas de entretenimiento, desde series con protagonistas despiadados, un amor de nuestra sociedad hacia los villanos, y videojuegos de soldados. ¿Qué hace diferente a la novela de Collins en un mundo donde la violencia es tomada a la ligera? Supuestamente, nos informa sobre nuestra propia falta de sensibilidad respecto a este tema. No obstante, si uno lee el libro con detenimiento, ese no es en realidad un mensaje de la autora. Es un mensaje que le hemos atribuido nosotros como audiencia.

 

Este libro nos da miedo porque el show que retrata podría ser real y nunca lo sabríamos.

 

Los Juegos del Hambre habla sobre la violencia porque nosotros queremos que hable de ello. Necesitamos desesperadamente que esta sea una historia que condene los actos violentos y nuestra actitud hacia ellos porque es lo “moralmente” correcto. Asimismo, no hacerlo tendría severas implicaciones para nuestra sociedad. ¿Quiénes seríamos de otro modo? ¿Cómo mirarnos al espejo por las mañanas? Sin embargo, el libro en sí nunca habla de algo del estilo. Nos incomoda su índole agresiva y sangrienta, (afortunadamente) nos provoca rechazo, y decimos que es una gran distopía que pretende enseñarnos sobre los peligros de un mundo como el de la ficción en cuestión. Porque eso necesitamos que sea, por nuestra paz mental.

 

 

El punto es que el libro nunca transmite ese mensaje, por más de que sea lo que interpretemos de la lectura. En mi opinión, el tema más escalofriante en Los Juegos del Hambre es la propaganda y su respectivo poder en nuestra sociedad. Primordialmente, esta es una historia sobre propaganda, no sobre los medios violentos. Las mentiras en el entretenimiento que consumimos y en los usos a veces impuestos sobre los medios de comunicación, algo a lo que la protagonista del libro define como “jugar el juego”.  Frases como “es todo un gran espectáculo” o “todo se trata sobre cómo eres percibido por los demás” lo ilustran. Este libro nos da miedo porque el show que retrata podría ser real y nunca lo sabríamos.

 

Si Los Juegos del Hambre no hubiera sido violento, probablemente jamás habríamos sentido lo que sentimos al leerlo.

 

Dejemos de lado el escenario violento por un segundo. El show de esta historia resuena en nuestras mentes porque lo vemos todo el tiempo en nuestro mundo. Mentiras, verdades demasiado cuidadosamente formuladas, imágenes selectivas de la realidad… La manipulación de la información es más fácil que nunca antes. Si Los Juegos del Hambre no hubiera sido violento, probablemente jamás habríamos sentido lo que sentimos al leerlo. ¡Es posible que ni nos hayamos enterado de lo que quería decirnos! No nos aterra la violencia de esta historia, sino la exposición de ella. Las imágenes, las palabras, los engaños… Tal vez Suzanne Collins no escribió una historia tan aborrecible como nos parece, sino que atacó la propaganda de una manera que dejó sin palabras al mundo. ESO es peligroso: el poder de la propaganda en un mundo de pantallas.

 

 

 

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