OFICIOS VIVOS

La artesana de Bariloche que crea objetos perfectamente imperfectos

En el taller de Geraldina, todo es transformación. Entre sus dedos la arcilla se vuelve objeto con la amabilidad de sus irreverentes manos.
sábado, 20 de marzo de 2021 · 12:36

“Hasta que fui mamá me dediqué a dar clases en gimnasios como personal trainer. Cuando llegué acá (Bariloche) tenía 30 y pico y dos criaturas, lejos de tíos, abuelos o alguien que me ayude. Así que, por una decisión de pareja, quedé un poquito al costado de lo laboral pero feliz, porque mi prioridad eran los chicos. Era mamá 100% hasta que empezó a aparecer la cerámica y yo no quería volver a un gimnasio”, cuenta Geraldina Matitti, que hace 15 años que vive en Bariloche, donde creó su propia fábrica artesanal de “cacharros”.

 

Ella es la creadora de “Mis Cacharros”, una tienda online donde ofrece objetos y utensilios con diseños únicos, hechos en cerámica Gres, modelados 100% sobre un torno.

 

“Mi formación es totalmente informal, hago de oficio, de aprender a amasar de cero, de andar con el pelo lleno de arcilla y que mis manos estén secas de lunes a lunes porque no hay crema que aguante, pero no me importa”, cuenta orgullosa esta mujer que tiene el don de transformar un bollo de arcilla en piezas utilitarias que hacen más linda y práctica nuestra vida diaria. 

 

 

¿Cómo contás qué es “Mis Cacharros”?

Empecé siendo alumna de mi profesora y amiga, Catalina Galdón, hermosa ceramista, y de a poquito comencé a ver que esto podía ser una salida laboral. Un día me la creí, en el sentido más sincero y amable de la expresión, creí que yo era capaz de hacer esto y que, ante los ojos de otros, gustaba y así salió “Mis Cacharros”. Y también es una gran movida familiar; mi marido, que es fotógrafo, hace las fotos hermosamente sacadas y toda la parte de la tienda on line. Y también es “puertas abiertas” para quien quiera venir a aprender.

 

Hacer con mis manos significa que mis cosas no sean perfectas, que sean una por una, de diferentes tamaños, donde en cada una dejo mi huella; la idea es que sean perfectamente imperfectas. De eso se trata también, porque no hay nada perfecto.

 

 

Hacés mucho hincapié en que tus utensilios son, principalmente, utilitarios ¿por qué?

A mí me gusta lo utilitario. Si hago algo, quiero que sea bonito pero tiene que ser funcional. Es como en mi casa, que no es grande, entonces no tengo lugar para cositas de decoración; lo que tengo, lo uso. Y me imagino que a la persona que le gustó el bowl, la azucarera o el juego de tazas, lo va a usar. Antes, mi mamá y mi abuela tenían juegos de vajilla que no usaban nunca o los sacaban para alguna fiesta especial y a mí me daba tanta tristeza. Acá se hace y se usa.

 

 

¿Cómo pensás el diseño de cada pieza?

A veces me imagino algo, lo puedo dibujar y lo hago pero no siempre me gusta como queda, porque no es lo que veía en el papel dibujado. Entonces, hago mucho sin tanta preproducción y, para eso, el torno es un gran facilitador, un amigo (cuando las cosas salen bien - aclara). Después de pasar muchas horas en el torno, lo que empezó de una forma puede terminar de otra y también pasa que a veces sale algo que me gusta de una. 

 

Las manos son las antenas del alma y yo me cure el alma con las manos. Tienen esta capacidad de degustar, de ser sensibles, de transmitir. 

 

¿Cuáles son tus herramientas de trabajo y en qué consiste la técnica que usas para elaborar tus cacharros?

Hay un montón de recetas de pasta, yo elegí la pasta Gres que es la que se hornea a más de 1200 grados. A esa temperatura las partículas del material se hacen tan chiquitas que gresifican y los elementos que salen de ella son más resistentes. Y la técnica consiste en levantar la pieza en el torno. Al otro día, que la pasta está más seca, es ideal para volver a ponerla en el torno boca abajo y, con herramientas que se llaman devastadores, se re-tornea y se define por fuera y ese día, se termina su diseño y decoración. Hay una dureza que se llama “cuero”, esa dureza nos permite pegar asas y hacer texturas. En tres días puedo tener una pieza re-torneada y dejar secar completamente para ir al horno. Del horno, la pieza sale en un color rosa que le decimos “bizcocho” y en ese momento está apto para esmaltar y darle el color. Ahí vuelve al horno por segunda vez, a 1230 grados por 8 horas, y ahí sale la pieza terminada.  

 

 

¿Qué es lo que más te gusta de lo “hecho a mano”?

Que esto sale de la tierra y se va transformando en tus manos. Lo que empezó siendo una bocha, en 15 minutos es una pieza que, a lo mejor, te va a acompañar por años. Y flasheé cuando me di cuenta que si me sentaba en el torno, me volvía a casa con mis tazas y mis chicos tomaban de ahí. 

¿Qué creés que tienen tus objetos del entorno natural que te rodea?

Creo que la paleta de colores que uso, son colores muy tierra, se asemejan al lugar donde vivimos. Y los esmaltes los elaboro yo por una cuestión de gustos y de costos. Y además, tengo la bendición de que trabajo con un material que es amigable con la naturaleza. Todo lo que no sirve, se rompe o se cacha, va al tacho, se hidrata, se amasa y se vuelve a usar. Es un placer entrar en ese proceso.

 

 

¿Qué cosas suceden en los talleres de cerámica que dictas?

Fuimos volviendo de a poquito después de la cuarentena y con todos los cuidados pertinentes. En el taller tenía 4 tornos, pero desplacé uno para estar más distanciados. Tengo alumnos que vienen dos horas una vez por semana y hacemos torno. Y la pasamos genial, es una linda compañía. Este espacio se transforma en ese pequeño escape de la casa o del trabajo que el adulto a veces necesita. Se generan charlas, algunos hacen catarsis, es compartir, ver qué le está pasando al otro. Es un lindo tiempo de recreación.

 

 

¿Cómo están tus manos, qué dicen de vos? 

Si mirás mis manos, no son las de una señora paqueta con las uñas largas y pintadas. Mis manos son un poco más irreverentes y hasta podrías darme un par de años más si te guías por ellas. Pero no me importa porque todo lo que me costó en la vida lo superé con mis manos, con ellas curé mi alma. Entonces, si están secas y arrugadas no me importa. Mis manos tienen que estar disponibles para estar en el torno. No podría hacer otra cosa. 

¿Cuál es tu cacharro más preciado?

Ahora estoy terminando un bowl mediano, con pico y con asas. Me encanta hacer esta pieza. Es para batir, para hacer una mezcla. En un bowl como este mis hijos aprendieron hacer la masa para panqueques. Amo esta pieza. Y a la gente le gusta, asi que doble fortuna, doble satisfacción.

 

 

Antes de despedirse, Geraldina recomienda un cuento que le encanta: "Abuela, ¿cómo se afronta el dolor?" y relata que ante esa pregunta, la abuela sabiamente contesta: “con las manos”. Así de entrañable es la vida de esta creativa mujer que vive de lo que sus manos pueden hacer.

Si querés conocer los cacharros hechos por Geraldina, podes ingresar a: www.miscacharros.com.ar  y también a Instagram.

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